CLAVES BASADAS EN NEUROCIENCIAS para que los niños cooperen y aprendan a autorregularse sin necesidad de gritos ni castigos.
¿Te sentís frustrado porque parece que hablás y tus hijos no escuchan? ¿Repetís las mismas indicaciones una y otra vez y no hay respuesta? Esta situación es más común de lo que imaginás, y muchas veces no se trata de desobediencia, sino de la forma en que nos comunicamos…
1. Calmate antes de intervenir
Cuando un niño se niega a colaborar o grita, lo más efectivo es pausar unos segundos antes de responder. Tomá aire, bajá el tono de voz y hablá desde la calma. El sistema nervioso de los niños es altamente receptivo al estado emocional del adulto: si vos te regulás, ellos también podrán hacerlo.
2. Evitá preguntas que los empujen a mentir
Frente a una conducta no deseada, es mejor evitar frases como “¿Vos hiciste esto?” que pueden hacer que el niño se sienta acorralado y mienta por miedo. En su lugar, podés decir: “Veo que esto ocurrió, ¿qué podemos hacer ahora?”. Así, le das una salida respetuosa y fomentás la honestidad.
3. Describí en vez de juzgar
Las críticas bloquean la comunicación. En vez de decir “Siempre hacés lío”, intentá con: “Veo que hay juguetes por el suelo, es hora de ordenarlos”. Cuando describimos la situación en lugar de etiquetar, facilitamos una respuesta más colaborativa.
4. Enseñá qué hacer, no solo lo que está mal
El clásico “¡No pegues!” no siempre ayuda. El cerebro infantil necesita saber qué puede hacer en lugar de lo que no debe. Por ejemplo, si está enojado, podés guiarlo con: “Cuando estés molesto, podés decirme lo que sentís con palabras”. Enseñar alternativas es clave para cambiar conductas.
5. Ofrecé elecciones dentro de límites
Dar pequeñas opciones ayuda a disminuir la resistencia. En lugar de ordenar: “¡Ponete el abrigo ya!”, probá con: “¿Querés ponerte el abrigo ahora o después de lavarte las manos?”. Esta simple elección da sensación de control sin perder autoridad.
6. El humor como puente
El juego y la risa activan zonas del cerebro vinculadas a la conexión emocional. Si el niño no quiere ordenar, proponé un desafío: “A ver si podés guardar todo antes de que cuente hasta diez”. El humor transforma la obligación en motivación.
7. Valorá el esfuerzo, no solo el resultado
Más allá del “¡Qué bien!”, es mucho más enriquecedor decir: “Vi que te esforzaste varias veces hasta lograrlo”. Esto fortalece la motivación interna y construye autoestima basada en el proceso, no en la necesidad de aprobación externa.
Educar no es controlar, es enseñar habilidades…
Si en vez de imponer obediencia trabajamos en enseñar recursos emocionales y de autorregulación, los niños desarrollarán herramientas para cooperar de forma genuina. Los niños no escuchan más cuando se les grita, escuchan más cuando se sienten escuchados.
La crianza efectiva no se basa en tener el control, sino en construir una relación sólida, empática y orientada al crecimiento. Ser guía permite que el vínculo florezca y que la cooperación surja como consecuencia de sentirse comprendido y respetado.