¿CÓMO CALMAR UNA RABIETA?

Las rabietas forman parte natural del desarrollo infantil. Son expresiones intensas de emociones que los niños aún no saben regular. Aunque pueden resultar abrumadoras para madres, padres o cuidadores, es importante entender que no se trata de un mal comportamiento, sino de un cerebro que aún está aprendiendo a autorregularse.

Desde la psicología infanto-juvenil, sabemos que el cerebro de los niños pequeños aún está en construcción, especialmente las áreas responsables del control de impulsos, la empatía y la autorregulación emocional. Por eso, en momentos de crisis, no necesitan castigo ni gritos: necesitan contención, conexión y guía emocional.

A continuación, compartimos tres estrategias efectivas para calmar rabietas, basadas en cómo funciona el cerebro infantil:

  1. El “abrazo que contiene”

Cuando el niño lo permite, un abrazo firme y sostenido (sin apretar en exceso) puede ser una herramienta poderosa. Esta técnica se basa en el principio de la propiocepción, una sensación corporal que ayuda a regular el sistema nervioso. El contacto físico activa la liberación de oxitocina (la llamada hormona del amor), reduciendo los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

Este tipo de abrazo no solo calma, sino que transmite un mensaje claro y profundo: “Estás a salvo. Estoy aquí para ti.”

  1. La pregunta inesperada

Durante una rabieta, el niño está atrapado en una reacción emocional intensa. Su cerebro emocional (límbico) está en control, y su capacidad de razonamiento (corteza prefrontal) está desconectada.

Una forma de interrumpir ese ciclo es a través de una pregunta fuera de contexto, como:

“¿Cuál es tu sabor de helado favorito?”

“¿Crees que los dinosaurios roncan?”

Estas preguntas obligan al cerebro a hacer una pausa y redirigir su atención hacia un pensamiento diferente, menos cargado emocionalmente. Es un pequeño “reinicio” mental que puede abrir la puerta a la calma.

        3. El ritmo para regular

Golpear suavemente una mesa con un ritmo constante y proponer al niño que lo imite puede parecer un simple juego, pero es una estrategia muy efectiva. La repetición rítmica favorece la co-regulación, ayudando al niño a salir del estado de alerta y estrés.

Los ritmos constantes, al igual que las canciones de cuna o los latidos del corazón, tienen un efecto calmante natural sobre el sistema nervioso. Al invitar al niño a sincronizarse contigo, no solo lo estás ayudando a calmarse, sino también a reconectarse contigo emocionalmente.

¿Por qué estas estrategias son tan efectivas?

Porque responden a las verdaderas necesidades del cerebro infantil en desarrollo. No se trata de “enseñarles una lección” en medio de la rabieta, sino de acompañarlos hasta que puedan volver a sentirse seguros, conectados y capaces de pensar con claridad. En lugar de castigos o gritos, estas técnicas ofrecen una vía mucho más eficaz (y amorosa) para educar desde la empatía, la ciencia y la conexión emocional.

Recordemos

  • Las rabietas no son desafíos personales ni señales de mal comportamiento.
  • Son oportunidades para enseñar habilidades emocionales desde la calma.
  • Acompañar con presencia, ritmo, sorpresa y contención es mucho más poderoso que cualquier castigo.

 Crianza no es control, es conexión. Y cada vez que eliges la empatía, estás ayudando a tu hijo a construir un cerebro más fuerte, seguro y saludable

PSICÓLOGA VANINA CAPPA