Los miedos forman parte natural del desarrollo infantil. Desde temer a la oscuridad hasta inquietarse por separarse de sus padres, los niños atraviesan distintas etapas en las que su cerebro, en pleno crecimiento, aprende a interpretar y responder al entorno. Comprender los miedos desde la neurociencia nos permite acompañarlos con mayor empatía y brindarles herramientas para desarrollar seguridad emocional.
¿Por qué los niños sienten miedo?
El miedo es una respuesta adaptativa del cerebro. En la infancia, la amígdala —estructura cerebral encargada de detectar amenazas— se activa con facilidad ante lo desconocido. Al mismo tiempo, la corteza prefrontal (que ayuda a regular y poner en perspectiva las emociones) todavía está en desarrollo. Por eso, los niños necesitan del acompañamiento adulto para aprender a calmarse y afrontar progresivamente sus temores.
Estrategias basadas en la neurociencia para acompañarlos
1. Validar sus emociones:
En lugar de minimizar (“no pasa nada”) o ridiculizar el miedo, es importante poner palabras y reconocer lo que sienten. Validar ayuda a que el cerebro infantil procese la emoción y se sienta comprendido:
“Entiendo que te dé miedo la oscuridad, es normal que te sientas así”.
2. Enseñar técnicas de respiración:
La respiración profunda activa el sistema nervioso parasimpático, reduciendo la respuesta de alarma de la amígdala. Una práctica sencilla: inhalar contando hasta 3 y exhalar contando hasta 4. Pueden hacerlo juntos en forma de juego.
3. Exposición gradual y acompañada:
El cerebro aprende a regular el miedo enfrentándolo de a poco. Si el niño teme dormir solo, se puede comenzar con la luz encendida, luego bajarla progresivamente y finalmente dejarlo en la oscuridad. Cada paso fortalece la conexión entre la experiencia y la sensación de seguridad.
4. Reforzar cada logro:
Celebrar los pequeños avances genera dopamina, neurotransmisor clave en la motivación y el aprendizaje. Reconocer sus esfuerzos (“¡Viste que pudiste dar ese pasito!”) consolida la confianza en sí mismos.
5. Modelar calma y seguridad:
Los niños aprenden observando. Si los adultos transmitimos serenidad con el lenguaje corporal, el tono de voz y la actitud, su cerebro recoge esas señales y logra regularse más fácilmente.
Acompañar a los niños en sus miedos no significa eliminarlos de inmediato, sino caminar junto a ellos en el proceso de superarlos poco a poco. Con paciencia, validación y estrategias basadas en la neurociencia, les enseñamos que el miedo no los define, sino que puede ser una oportunidad para crecer en confianza y resiliencia.
PSICÓLOGA VANINA CAPPA

